Los ecos infrarrojos de una supernova


Los ecos cercanos a los dispersos restos de una estrella que explotó están repitiendo los primeros momentos de la explosión, según indican los científicos.




Eli Dwek del Centro Espacial Goddard y Richard Arendt de la Universidad de Maryland, dicen que estos ecos son generados por la radiación de la onda de choque de la supernova Cassiopeia A que destrozó a la estrella hace 11.000 años.

“Estamos viendo el primer destello de la supernova”, dice Dwek.

Anteriormente, otros investigadores de Spitzer descubrieron puntos calientes cercanos a la remanente de supernova Cassiopeia A y reconocieron su importancia como los ecos de luz del estallido original. Dwek y Arendt usaron datos de Spitzer para investigar este polvo caliente y determinar la causa de los ecos con mayor precisión.



Seis nudos de polvo cercano a la remanente muestran temperaturas entre -173 y -123 grados Celsius. Aunque esto puede parecer muy frío para los estándares de la vida cotidiana en la Tierra, estas temperaturas son muy calientes en comparación con el típico polvo interestelar.

Los científicos muestran en un reporte del 1º de octubre de The Astrophysical Journal que el único evento que puede generar esos granos tan calientes es el poderoso y corto pulso de radiación ultravioleta y rayos-X que marcan la muerte de una estrella. El estallido fue unas cien mil millones de veces más brillante que el Sol, pero duró sólo un día aproximadamente.


“Ellos identificaron el evento preciso durante la demolición de la estrella que produce el echo que vemos”, dice Michael Werner, científico de Spitzer en el Laboratorio de Propulsión Jet en Pasadena.

La luz de la explosión alcanzó la Tierra en el siglo XVII, pero nadie la notó. El hallazgo da a los astrónomos una segunda chance de estudiar la supernova.

Aunque la explosión originalmente escapó a la detección, sus restos -una caliente nube de gas en expansión conocida como Cassiopeia A (o Cas A, para abreviar)- es una de las remanentes de supernova mejor estudiadas. La zona del estallido yace a 11.000 años luz de distancia en la constelación Cassiopeia.

Cuando una estrella masiva se queda sin combustible nuclear, su núcleo colapsa en una superdensa estrella de neutrones. Al formarse se contrae y expande. Esto dispara una enorme onda de choque que hace añicos las capas exteriores de la estrella. El shock crea un flash de alta energía que precede al surgimiento de la supernova en luz visible.

Evidencia de un flash asociado con este shock existía sólo en simulaciones computacionales hasta el 9 de enero de este año. Ese día fue cuando el satélite Swift de NASA detectó un pulso de rayos-X de 5 minutos de duración de una galaxia NGC 2770. Unos días después, una nueva supernova -designada como SN 2008D- apareció en la galaxia.

Los ecos infrarrojos de Cas A surgen de nubes de polvo a unos 160 años luz más lejanas que la remanente. El pulso de radiación inicial de la supernova se expande a través del espacio a la velocidad de la luz, encuentra las nubes y caliente sus granos de polvo. El polvo, a su vez, irradia la energía en longitudes de luz infrarroja.

Esta radiación tomó 160 años en alcanzar las nubes y, una vez calentada, la energía infrarroja de los granos tienen que realizar la misma distancia. Este viaje extra resulta en 320 años entre el flash inicial y el arribo del eco infrarrojo del polvo a la Tierra. Los investigadores planean usar estos ecos para pintar un retrato íntimo de la explosión, la estrella y el entorno inmediato.

Cuando la luz de la supernova Cas A alcanzó la tierra a fines de los 1600, nadie reportó el avistaje de una nueva estrella. El 16 de agosto de 1680, el astrónomo inglés John Flamsteed podría haber visto la supernova sin reconocerla. Él grabó una débil estrella cerca de la posición de Cas A, pero ninguna existe allí ahora.

Fuente | Ultimas noticias del cosmos

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