Un equipo de astrónomos se las arregló para rever la explosión de una estrella que murió hace más de 400 años al estudiar los ecos de luz de las nubes de polvo interestelar como si fueran una máquina del tiempo.
En noviembre de 1572, el astrónomo Danés Tycho Brahe vio algo extraño en el cielo. “Noté que una nueva e inusual estrella, que sobrepasaba a las demás en resplandor, brillaba casi directamente sobre mi cabeza”, escribió.
Brahe llamó al objeto una “stella nova” o nueva estrella, pero era, en realidad, la explosiva muerte de una vieja estrella, evento que se conoce hoy como supernova. Desde aquel momento, la explosión se ha ido apagando pero los investigadores se las arreglaron para detectar luz de aquella explosión. Su trabajo es publicado en Nature.
La luz que dejó atónito al astrónomo fue tan brillante como Venus y pudo ser vista por dos semanas a plena luz del día. Luego de 16 meses, desapareció de la vista.
“Lo que esencialmente hicimos aquí es usar el polvo interestelar como una especie de espejo”, dice Oliver Krause, un astrónomo del Instituto Max Planck en Alemania.
Al explotar la estrella, irradia luz en todas las direcciones. Brahe y otros (como el científico español Jerónimo Muñoz) vieron la luz que venía directamente hacia nuestro planeta, pero la luz que viaja en otras direcciones es muchas veces reflejada por las nubes de polvo del espacio. Como la luz viaja a una velocidad muy rápida, pero finita, nubes de polvo a cientos de años luz de distancia de la supernova original crean un “echo” que todavía puede ser visto desde la Tierra.
Pensemos en arrojar una piedra a un estanque de agua. Se formarán ondas regulares que se irán alejando uniformemente. Ahora supongamos que esas ondas chocan ahora con algún objeto. Se generarán nuevas ondas, que se alejarán de ese objeto. Un observador en la costa vería las ondas originales y tiempo después las nuevas ondas producidas por el choque de las primeras contra algún objeto.
En este caso, las ondas de luz de la explosión original se dirigen a todas direcciones. Algunas ondas son vistas en la Tierra en el siglo XIV. Otras ondas se alejan y tiempo después “chocan” con las nubes de polvo y son reflejadas. Es así que a más de 400 años del evento, los investigadores pueden detectar todavía esos “ecos” de luz.
No es la primera vez que los astrónomos capturan los ecos de luz de supernovas, pero la de Brahe es la más antigua vista en la Vía Láctea.
Habíamos contado aquí en “Develan los misterios de Cassiopeia A” sobre el estudio de los ecos de luz de Cassiopeia A, por este mismo equipo científico justamente.
Krause y sus colegas observaron el eco usando el telescopio Subaru de 8.2 metros en la cima del Mauna Kea en Hawai. Fueron capaces de igualar el débil resplandor del estallido original al buscar en el espectro de luz y localización en el cielo.
Sus observaciones confirman que la supernova es de la clase Ia. Estas supernovas son creadas por la explosión de densas estrellas, llamadas enanas blancas. A esta conclusión llegan los investigadores al realizar análisis del espectro de la luz, que muestra signos de silicio y no de hidrógeno.
Las supernovas tipo Ia muestran prácticamente la misma luminosidad intrínseca y por eso son usadas como “reglas cosmológicas” para medir distancias. La observación de este tipo de supernovas en otras galaxias llevó al descubrimiento de la aceleración de la expansión del universo, lo que sugiere la existencia de una misteriosa fuerza, llamada energía oscura.
A pesar de su importancia, muchos detalles de este tipo de supernovas permanece sin ser completamente entendidos. Las más recientes supernovas ocurrieron en otras galaxias, por lo que poder estudiar una en la Vía Láctea es muy importante. El estudio de Krause no sólo califica a la explosión como una de tipo Ia sino que, además, aporta información sobre este tipo de eventos.
Parte de las observaciones de la investigación fueron realizadas en Calar Alto (España) entre agosto y septiembre de este año. Más información y muy buen material (incluso videos) en el sitio del Observatorio (ver enlaces relacionados).
Fuente | Ultimas noticias del cosmos
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